Otros blog amigos

lunes, 22 de mayo de 2017

Ensayando un crimen


En una de las últimas secuencias de la película Ensayo de un crimen (Buñuel, 1955), vemos cómo Archibaldo de la Cruz, toma su bastón al ver a un saltamontes prendado del tronco de un árbol, lo dirige hacia él y cuando como espectadores esperamos que lo aplaste, lo retira, para ver en su rostro la forma en que esboza una sonrisa. Por alguna razón, este pasaje llevó a quien escribe a recordar la letra de una canción de Serrat y Sabina Dolent de mena, donde se narra la historia de un sujeto que se asume malo por naturaleza, al describir la saña inaudita con que aplasta un escarabajo, motivo que le hace asumirse como un asesino serial metódico y astuto, pues en los expedientes de la policía no se sabe nada de él. Tal cual, Archibaldo de la Cruz (Ernesto Alonso), vive una cierta obsesión desde aquellos años de infancia, cuando asumió que junto a una caja musical podía ser el responsable de un asesinato desde aquel día cuando desea la muerte de su institutriz y verla en unos instantes morir con una bala perdida; para que años después vuelva a cruzarse con la cajita musical y confirmar que tras desear la muerte de otra persona y esta muera, se asuma responsable por ello como para declararse culpable ante un juez.

A partir de la obra del escritor mexicano Rodolfo Usigli, el director Luis Buñuel (Un perro andaluz, 1929; Los olvidados, 1950; El, 1953; Viridiana, 1961) realiza un filme caracterizado por un humor negro que no renuncia a trazar algunos esbozos que lo colocan cerca del film noir en sus atmósferas nocturnas. Por la naturaleza de la historia, pero sobre todo por el tratamiento que se le da al perfil del personaje principal, es posible realizar un acercamiento desde el psicoanálisis, en el entendido de ser una teoría que pone especial atención a la forma en que el subconsciente define los impulsos reprimidos de una persona. 

Es en esa perspectiva, que se pueden realizar algunos apuntes sobre el tratamiento que se le da en esta película a Archibaldo de la Cruz, quien desde aquellos años de infancia cuando ve morir a su institutriz, vive una experiencia que lo marca de por vida. El recurso empleado por el director para dar voz a la conciencia del protagonistas, quien se convierte en el narrador omnisciente, vamos conociendo pasajes de una vida que por momentos se pierde en los enroques de una memoria que no se sabe si recrea lo cierto o lo inventado; después de todo tal y como lo dice Joan Manuel Serrat en su canción “Los recuerdos” del disco Versos en la boca (2002): “Los recuerdos suelen contarte mentiras. Se amoldan al viento, amañan la historia…”, y es que si como el psicoanálisis lo dice, corresponde al especialista indagar en el inconsciente de una persona a través de sus ideas, emociones, pensamientos o imágenes sin menoscabo de un orden establecido, tenemos entonces que para comprenderla hay que aprovechar estos retazos de vida narrada por el protagonista como para darnos cuenta que hay impulso oscuros que han estado presentes desde siempre, los mismos que se materializan en evento que son resonancias de anhelos, deseos escondidos, que si seguimos algunas tesis de Sigmund Freud, casi siempre tienen que ver con la sexualidad. Así en Ensayo de un crimen, los crímenes de la mente del señor De la Cruz, se canalizan a través de personajes femeninos, encontrando su punto culminante en el deseo reprimido que siente por Lavinia, el personaje encarnado por Miroslava Stern, a quien “propone matrimonio” pero también “desea matar”; situación recreada a través de un maniquí a quien mete el horno que emplea para tratar las vasijas de barros en su taller.
            
Para algunos una pequeña obra maestra, mientras para otros, un intento fallido al pretender retratar una burguesía mexicana a través del manejo de personajes que no cuajan, lo cierto es que desde nuestra mirada, estamos ante una película que permiten acercarse a una serie de pasajes y personajes que en los 50 ya contribuían a definir el estilo de vida urbana que entonces se vivía: la clase alta mexicana, lo anodino de sus existencias, algunos de sus conflictos, la noche como personaje de referencia para recrear lo oscuro, que, vista a la luz del psicoanálisis, es ese inconsciente que esconde, que reprime la conducta de una persona. En el caso de esta película, Archivaldo de la Cruz, es el vehículo a través del cual penetrar para conocer esos rincones y develar ese otro yo que suele acechar como para sorprendernos cuando menos lo esperemos. De tal suerte que si bien el juez que lo escucha (cual psicoanalista avezado), dice que no lo pueden condenar por desear la muerte de alguien, reconociéndole su gran imaginación y su cercanía con un buen novelista. Lo que no impide que quien ve la película, así como en la canción de Serrat y Sabina, reconozca que puede haber un potencial sujeto que cuando menos lo espere, puede cometer un crimen. Esto como ensayo o bien como anhelo.